30 de junio de 2013

VEINTICUATRO DE CINCUENTA Y DOS

Creo que ya he comentado más veces la "suerte" que tenemos con que Izan y Candela coman de todo. Muchas veces oigo a otras mamas quejarse de que la hora de la comida es una pelea diaria y es cuando me digo -uffff por lo menos en casa, esa es una batalla ganada-, y no porque sean niños que siempre se coman todo lo del plato, sino porque no les obligamos a comer. Ellos mismos son los que deciden cuando están llenos y ya no les entra nada más.

Esta es la forma que tenemos de ver la hora de la comida. No queríamos que nuestros hijos llorasen frente a un plato de comida si en realidad no se lo quieren comer. Poco a poco hemos ido introduciendo nuevos alimentos, sin obligar, sólo sugiriendo. No se si a todos los papas les funcionaría esta forma de ver la hora de la comida, el caso es que a nosotros si y gracias a ella seguro que nos hemos evitado un montón de disgustos y peleas que no llevarían a ninguna parte.

Antes he dicho que son niños que comen de todo, y no es del todo cierto. Los guisantes aun se nos resisten, pero poco a poco seguro que se hacen amigos. El sábado fue una buena ocasión para ir rompiendo barreras. La abuela necesitaba ayuda para recoger unas vainas de guisantes y enseguida aparecieron dos pequeños voluntarios.





No se si la próxima vez que haya guisantes rebañarán el plato, pero de lo que no tengo ninguna duda es que por lo menos, los verán con otros ojos.

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